La máquina de café no resuelve tus problemas

Vaya por delante que mi intención con esta entrada no es atacar a nadie, en principio, al menos no a nadie que no se lo merezca.

Digo esto porque voy a mencionar un artículo aparecido en menéame ayer titulado «¿Somos programadores o monos?» y, al tomar ese texto (a mi entender equivocado en buena parte) como punto de partida, se me va a hacer difícil el evitar usar argumentos ad hominem (de hecho no me he podido contener en twitter, pero es que el autor se las trae).

Intentaré no apelar tampoco a mi dilatada experiencia en el negocio de la informática para dictar sentencia y asegurar que las cosas son así porque las digo yo, que sé un montón, y el resto sois mierdecilla en mi zapato. No soy ningún gurú de los cacharritos, ni he conseguido desentrañar la Teoría del Todo, como tampoco soy Buenaventura Durruti o Marx. Solo soy un simple trabajador del sector de las cárnicas.

El caso es que llevo más de 20 años en este negocio y he visto pasar de todo. He sobrevivido a EREs (el que tu apellido empiece por una letra del medio del alfabeto tiene sus ventajas… se suelen olvidar de ti), superé con éxito el efecto 2000 (y las guardias del 31 de Diciembre), aguanté como un campeón en las crisis de las puntocóm y he visto el nacimiento y muerte de muchas empresas y tecnologías, así como el auge y caída de muchos iluminados y/o minglanillas.

Debo tener piel de cucaracha o a lo mejor he nacido con una flor en el culo. Lástima que eso no se traduzca en dinero 🙁

Bien, el caso es que, a mi entender de simple currante, siempre me he encontrado con que el negocio de la informática es más o menos así:

  • Los trabajadores no se consideran trabajadores (obreros) ni aun cobrando salarios de mierda (12000-15000 euros para una persona formada que ha de hacer algo más que poner tuercas es una puta mierda); se consideran «nosequés» (profesionales, ingenieros, licenciaos… cada uno a su gusto). No tienen cojones (u ovarios) para exigir lo que es suyo y prefieren confiar en el jop-hopping antes que en mejorar su puesto de trabajo; aunque ya no se puede ir saltando como en los buenos tiempos de hace años.
  • Las carniceras (y allegados) son poco más que ETTs, donde lo que prima es vender cualquier porquería, funcione o no, con la esperanza de «ganar el mantenimiento» y poder vivir de los clientes durante años. Para ello contratan a cascoporro a decenas de personas (tengan formación o no), con procesos de «selección» que consideran apto a quien sepa hacer la O con un canuto; crean cualquier basura, los hacen currar durante meses en jornadas maratonianas (sin cobrar horas extras, que son conocidos con el eufemismo de «sobreesfuerzos») y al «entregar» se quedan con dos o tres (los más pelotas, o algún espabilao) que se comen el marrón de mantener el desastre y al resto a la puta calle a esperar a que los llamen de otra charcutera.
  • Debido a la época de buenos tiempos, en la que éramos pocos y nos permitíamos el lujo de irnos de empresa en empresa aumentando nuestro sueldo, a que los medios de propaganda se encargaron de destacar que «hacen falta este año 15000 informáticos» y a que, en el fondo, en esta profesión no te manchas las manos y trabajas sentado, esta profesión tiene un aire de «élite» y, los que no quisieron trabajar como albañiles en la época del ladrillo, se metieron a estudiar 3, 5, 7 años, sin vocación o esperando que al terminar entrarían por la puerta del mundo de Jauja. Existe tal masificación de informáticos que se te hace difícil caminar por la calle sin pisar alguno.
  • Y las empresas se aprovechan de ello para bajar los sueldos. El abuelo Impalah recuerda que cuando dio su primer salto su sueldo aumento, exactamente, un 100%. Porque éramos pocos y muy buscados  (ahora no, mi sueldo está congelado desde hace muchos años). Ahora hay 100 que se matan por poco más que una raspa de sardina.
  • Si se une el individualismo imperante en esta profesión, que los informáticos no se consideran obreros (aunque hay alguien que les paga el sueldo… si alguien te paga eres un obrero), que nos consideramos «especialitos» o de la «élite» (no hay más que ver las discusiones sobre intrusismo, o si un matemático es menos que un ingeniero), que todavía confiamos en dar el salto o el pelotazo de nuestra vida y que la mayoría no tienen ni puta idea de Legislación Laboral (ni uno, ni el más simple de los derechos conocen, y son demasiado vagos para buscarlos en google, no digamos de denunciar…), lo juntas todo y tienes a una masa amorfa de gente extremadamente manipulable que se creen cualquier promesa que le hagas aunque la incumplas una y mil veces.
  • Mejor ni mencionamos la lucha obrera, que un informático no hace esas cosas. Nada de ruido, nada de huelgas, nada de exigir derechos. Esquiroles orgullosos, que además recuperan horas si se toman un permiso cuando muere un familiar. Esas cosas no sirven para nada, lo importante es «el proyecto», que me van a hacer una subida de, por lo menos, el triple del año pasado (3 * 0 = 0). Esos que hacen huelga son unos insolidarios, unos pancarteros. Ya verán ya cuando lelgue el momento de la subida anual (en fin…).
  • La máquina de café, ese lugar de queja habitual («cuanto trabajo tengo», «este año no me han subido otra vez», «me tengo que quedar hasta las 11, qué palo»). Quizás el café de máquina tenga alguna sustancia, algún derivado del bromuro, que elimina el orgullo del cuerpo, el orgullo de clase. O quizás es que las conversaciones en la máquina de café funcionan como catársis, al estilo de los confesionarios de las iglesias: te quejas y todo se arregla.
  • Sí mencionaremos el papel de los sindicatos «mayoritarios» en el sector (CCOO y UGT) que se han comportado como perrillos falderos de la patronal de consultoría. (Qué fuerte eso que has dicho, ¿no?) (Fuerte es lo que te están clavando, chaval, y sin vaselina). Si hay un ERE, ahí están «negociando» (mejor que solo se vayan 390 que 400). Si hay que bajar el sueldo, ahí, negociando (en vez de bajar un 15% hemos conseguido que solo sea un 14%). Si una plantilla se une para luchar y pasa de ellos, ¡ay, amigo! ¡Vamos a meterles miedo a los curritos que se nos acaba el chollo! Con razón tenemos un Convenio de Mierda, o Clonvenio, como le queráis llamar, que le hace la competencia al Estatuto de los Trabajadores en cuanto a mierdosidad (¿1800h anuales? ¿pero de qué vas?).

Se me quedan tantas cosas en el tintero que esto daría para 10 artículos por lo menos, pero las líneas generales son esas: desunión, desconocimiento de nuestros derechos, ínfulas, patronal informática psicópata y traición de los «sindicatos».

No es que la cuestión sea que haya monos o se pague con cacahuetes. En esta profesión, como en todas, hay gente muy buena y otros extremadamente chapuceros. Lo que no hay es vida. No hay «clase», nadie se siente parte de un colectivo, nadie considera que su trabajo irá más allá de 1 o 2 años y entonces pasan de unirse con sus compañeros para mejorar su día a día. Los que aguantan algún tiempo se adormecen y se acostumbran a la rutina y sólo despiertan cuando sucede algo extremadamente grave, y a veces ni aun así.

Desde mi punto de vista en este negocio las cosas están mal porque nosotros, los trabajadores, hemos dejado que se llegue a estos extremos. Nos hemos comportado como amebas, nadando sin rumbo y comiendo de vez en cuando lo que nos encontramos en el camino, pero no reaccionamos ni ante la luz, ni ante un depredador, ante nada.

Quizás va siendo hora de dejarse de quejas en la máquina de café, que nunca va a resolver tus problemas, y probar algo nuevo. Puede que hablando con tus compañeros, trabajando en equipo, informándote, no dejando en manos de otros decisiones que afectan a tu futuro, quizás, solo quizás, se pueda conseguir que las cosas cambien.

A lo mejor es hora de dejar de hacer siempre lo mismo, que ya hemos visto que no funciona, y empezar a hacer algo distinto, ¿no?

 

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