La técnica del pastoreo de zombis

 

Informe preliminar.

12/04 Año 23 post-holocausto

 

La técnica del pastoreo fue desarrollada bien al principio del año 1 tras el holocausto, en un intento de mejorar la convivencia entre los seres humanos (homo sapiens sapiens) y los zombis (homo resurrectio).

Como buena parte de los inventos básicos de la humanidad (el fuego, la rueda, quemar sustancias para drogarse…) no se puede establecer un lugar de origen concreto y menos un inventor propiamente dicho. Parece ser que fue apareciendo en varios puntos de la geografía del planeta a la vez y en cada lugar ha adquirido unas características propias del ambiente y/o las costumbres de los supervivientes.

De todas formas casi existe un consenso absoluto entre la comunidad científica (los 10 que todavía sobrevivimos) de que, debido al tipo de herramienta utilizado en la técnica (un palo), pueda haber sido originado en lo que en su día fue España, o más bien en algún lugar de la península ibérica.

De hecho en la península ibérica se practica todavía en su forma más pura: usando un palo de entre 1,50 y 2 m de largo. Las variaciones en el resto del mundo incluyen el rastrillo japonés (que permite manejar a varios no-del-todo-muertos, incrementando la eficiencia), el estilo francés (se incluye una hoz en un extremo), el ruso (el palo es en sí un lanzallamas y realmente no se trata de pastorear…) y, el más extendido, el norteamericano (con sus diversas variantes de palo-misil-napalm, palo-ametralladora, palo-bomba-de-un-megatón-lanzada-desde-gran-altura).

Hay que reconocer la eficacia de los sistemas japonés e ibérico ya que han conseguido mantener casi intactas ciudades y granjas, mientras que el sistema norteamericano está conduciendo a que la tierra antes conocida como Estados Unidos de América comience a llamarse ahora El Yermo del Norte.

El objetivo de la técnica es confinar a los elementos no-muertos en un espacio limitado y seguro para los vivos, donde no puedan llevar a cabo sus técnicas de morder, desgarrar y desmembrar. El pastoreo termina con el confinamiento; después las técnicas varían, normalmente dependiendo del sadismo del grupo que pastorea e incluyen fuego, apisonadoras, desprendimientos de rocas y, en algunos casos y con muy malos resultados, dinamita.

Hemos de advertir que el sistema de eliminación mediante dinamita, inventado en la zona norte de la cordillera cantábrica no se recomienda en ningún caso ya que en el 100% de los casos se han detectado casos de zombis-voladores que todavía siguen mordiendo y desgarrando. Actualmente sabemos que se utiliza en rituales de iniciación, normalmente del paso a la madurez para infantes de entre 12 y 16 años, y, en ciertos casos, y según testimonios recogidos en el lugar, “se hace por joder y para echarse unas risas”.

La técnica sólo se considera 100% efectiva con homos resurrectio de tipo “reciente”, es decir, con menos de 4 semanas desde su renacimiento (todavía buscamos una palabra para expresar la vuelta al movimiento y se está convirtiendo en una tarea ardua ya que hay escasez de lingüistas vivos). La razón es simple: pasadas cuatro semanas el cuerpo muerto-vivo está tan podrido que cualquier golpe o presión más o menos fuerte puede romper el cuerpo poniendo en peligro al ejecutante.

La variante más utilizada es la del grupo pastor-vigilantes: uno pastorea y el resto miran. Esta es otra característica que nos inclina a pensar que ha sido originado en la península ibérica.

El entorno ideal son pasillos y/o calles estrechas por donde no puedan caber a la vez más de 4 no-muertos. Se evita de esta forma el efecto tromba que pone en verdadero peligro al ejecutante (es bien conocido que, por mucha experiencia que se tenga, la adrenalina y el stress pueden conducir a errores fatales y los obstáculos en el camino pueden provocar caídas no deseadas).

Estos “conductos” o “cañadas para zombis” deberían conducir a un espacio de confinamiento que, además, permita huir con facilidad al pastor. Un hueco de ascensor, un pozo, una plaza de toros o un acantilado son buenos lugares. Hay que advertir que si se usa como destino final un acantilado debería ser lo suficientemente alto como para que la caída destroce la cabeza del no-muerto. Se han dado casos en los que habitantes de ciudades costeras usan pequeños acantilados, los zombis van a parar al agua y días después reaparecen en otros puntos cercanos de la geografía.

Se ha de seleccionar un grupo de zombis y situarse a unos metros delante de ellos, tarea realizada por el pastor, y con movimientos, ruido y, si fuera necesario, insultos se ha de atraer la atención. La tarea de los vigilantes será prevenir la aparición de zombis por los espacios que no están a la vista del pastor y, si fuese necesario, la eliminación de los mismos.

Como decíamos, el pastor atrae la atención de los zombies y se sitúa aproximadamente a la distancia máxima del “palo” (entre 1,5 y 2 m) procurando retenerlos uno a uno con golpes fuertes, pero no derribándolos, solo retrasando su marcha. Según explicaciones de Victorino Alfageme, famoso pastor de zombis del centro peninsular, se ha de “hacer algo como, ven pacá bicho, eh! tú quietito, tiiiiitas tiiiiiitas, vamos bonitas, vamos al corral, quieto tú, maromo, no te me adelantes…”. Esperamos una próxima filmación en video para poder realizar un análisis exhaustivo de la técnica porque no nos ha quedado muy clara.

Poco a poco el pastor dirige a su rebaño por las calles estrechas, siempre a la distancia de seguridad y procurando no tropezar. Normalmente, dada la baja velocidad de los no-muertos, se requiere entre media hora y unas tres horas el recorrer 200 metros. El anterior pastor, Victorino, nos indica que tiene tiempo para fumar unos cigarros y darle unos tragos a la bota.

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En cuanto se llega a su destino se puede optar por:

  • Empujar los zombis al foso, hueco o acantilado, siempre ayudados del “palo”.
  • Echar a correr hasta el fondo de la plaza/estadio y hacer mucho ruido para que sigan entrando.
  • Hacerse el valiente y esperar al último momento para echar a correr (normalmente es por alguna apuesta o provocado por la frase “no hay huevos”).

Hay una variante del final del pastoreo que se conoce popularmente como “pegar tiros a todo lo que se mueva” pero es extremadamente peligrosa para el pastor, porque también se mueve, y los que pegan tiros suelen ir bien cargaditos de vino…

La tarea del pastor concluye con el confinamiento/despeñamiento de los no-muertos y es entonces cuando puede optar por unirse al grupo de los vigilantes/eliminadores o irse al bar con la satisfacción de un trabajo bien hecho.

 

Hermenegildo Aurelio Vega-Solano y Rebolledo.

Catedrático de Etnografía. Universidad Ibérica de Xinzo de Limia.