Tu «visión» me importa un pijo

No hay nada que me cabree más que un «emprendedor» hispañistaní. Tarde o temprano terminan hablando y comportándose como imbéciles.

Esta semana empezábamos bien, con un figura soltando una perla de sabiduría que bien le hace merecer un lugar en el Olimpo de los idiotas: «No quiero a alguien que llegue a las 9h y se vaya a las 18h».

¡Ole tus huevos, machote!

Me pregunto en qué clase de probeta les incuban y con qué los alimentan. Podría ser que tuviesen un déficit de cariño en su infancia  y les haya conducido a una total falta de empatía y respeto hacia otras personas. O puede que lo hayan tenido todo desde el principio y se crean que el resto del mundo está para servirles. También podría suceder que fuesen todos hijos bastardos de Satanás, e indicios no faltan.

Me encanta criticar, pero también me gusta que se entienda mi punto de vista, porque no suelo hacer críticas gratuitas. Bueno, es mentira, a veces critico porque sí y porque me cae mal alguien, simplemente, o porque tengo ardor de estómago. Pero no es el caso, aquí voy a dar razones (muy obvias, por otro lado).

Pongámonos en el lugar de un trabajador, un asalariado. Se supone que recibe una cantidad de dinero por realizar un trabajo durante una serie de horas pactadas. A eso, señores emprendedores, se le suele llamar contrato. Y ese contrato ha de respetarse, no sólo porque está muy feo romper un pacto, sino porque es ilegal. Todavía se mantienen activas algunas leyes que impiden el esclavismo así que hasta la siguiente reforma laboral tendrán ustedes que aguantarse.

Esto de romper pactos está de moda, de todas formas. Ahora casi nadie respeta su palabra. Desde el simple «te llamo mañana» (y no vuelve a llamar) hasta una promesa electoral. Y total, no pasa nada, tan felices.

El problema es que se rompe únicamente en un sentido, normalmente es quien supuestamente tiene más poder el que lo rompe y deja con el culo al aire a su contraparte. Vamos es como si un presidente del gobierno tirase a la basura todo su programa electoral y se dedicase a hacer todo lo contrario a lo que prometió… no sé si ha pasado ya, es sólo un ejemplo que se me ha ocurrido.

El pacto es: yo te doy X euros y tú trabajas Y horas. Ni más, ni menos. Si pretendes que haga algo más, me das Z euros más. Si pretendes que vaya a trabajar con traje y corbata, me das Z euros más. Si quieres obligarme a guardar confidencialidad sobre lo que hago y no irme a la competencia me das Z euros más (hay muchos que se piensan que tienen que guardar confidencialidad, pero no hay ley que les obligue a ello).

Creo que no es difícil de entender, ¿no? Si no pagas el café, no te lo llevas; si no pagas al fontanero, te duchas con agua fría; si pagas por un 600, no pretendas llevarte un Audi. Nadie se extraña demasiado por este tipo de pactos, y cuando se rompen tienen sus consecuencias (por ejemplo, que te revienten la jeta).

Sin embargo la frecuencia con con la que los empresaurios rompen unilateralmente los pactos es abrumadora. Desde el típico jefe listillo que pretende que te quedes hasta más tarde, hasta los grandes estafadores que dejan 6, 9, 12 meses sin pagar las nóminas de sus trabajadores.

Ya hemos roto un pacto, pero hay otro caso: el del emprendedor entusiasta que quiere que todo el mundo comparta su visión, y lo haga gratis.

Vamos a ver, figura, esa idea feliz que has tenido, que has adaptado de la idea que un fulano ha tenido en EEUU, puede entusiasmarte un montón. Pero no puedes pretender que entusiasme a tus trabajadores, ellos no son tú, ni les gustan las mismas cosas que a ti. Además, les necesitas: tú no sabes hacerlo.

Si quieres que hagan algo, paga. Si no estás dispuesto a pagar… «el que propone, se la come». Así de simple.

Me he encontrado cientos de veces a «jefes» emocionados con «su idea», con la idea que iba a salvar el mundo, con la que iba a revolucionar el mundo de PONGA_AQUI_CUALQUIER_COSA. Desde el que había tenido una magnífica idea para crear el definitivo programa de contabilidad hasta el que poco más y pretende sustituir a la NASA a la hora de lanzar cohetes al espacio exterior.

Todos tienen una ideas magníficas que les harán millonarios, pero no tienen ni idea de cómo llevarlas a cabo. Por eso se ven obligados a contratar, y, una buena mayoría, pretende contratar a muy bajo precio. Buscad, buscad anuncios de «empresa lider en su sector» o de «el nuevo producto». Preguntad sueldos…

Que no, emprendedores míos, que vuestra idea es muy bonita para vosotros pero muy pocos se van a entusiasmar como para querer currar gratis para vosotros, o más allá de las 18 horas a menos que reciban una parte del pastel. Metéoslo en la cabeza, que el «profit!» cuesta dinero.

Es que es de gilipollas el pretender lo contrario.

Voy a cerrar esta paja mental con una noticia de un emprendedor listillo y el orgullo que ha generado en sus empleados: El figura de Top Rural.

¿Dónde los fabricarán?